jueves, 10 de febrero de 2011

Disculpen si hablo de fútbol (II): Mucho más que un Balón de Oro


"El sello Barça se puede copiar, pero nosotros llevamos 30 años de ventaja. Esa es nuestra suerte", Charly Rexach



Nos queda cierto regusto amargo a los españoles. Ganó Messi y de nada sirvió el Mundial que tan brillantemente consiguieron nuestros futbolistas. Ganó, siendo objetivos, el mejor. Pero aún así, duele asimilar que el mejor futbolista español de todos los tiempos, el símbolo del fútbol preciosista del Barça y de la Selección, Xavi Hernández, pueda acabar su excelsa carrera sin este preciado reconocimiento. Nadie como él representa el fútbol asociativo. Nadie hace tan buenos a sus compañeros. Duele más si cabe al ver el nombre de algunos de los jugadores que han levantado el galardón a lo largo de su historia. Y es que ya lo decía el propio centrocampista egarense, "en un deporte colectivo, los premios individuales siempre son injustos".

Sin embargo, no queda sensación de derrota. Ganaron los tres. Y ganó el Barça en una gala que simbolizó mucho más que un Balón de Oro. Sólo el Milan había conseguido copar en dos ocasiones el podio del premio. Nunca ningún equipo había colocado en lo más alto a tres futbolistas forjados en su cantera. Ganó Messi. Ganó Xavi. Y ganó Iniesta. Pero sobre todo triunfó un concepto futbolístico, la marca Barça. Un concepto basado en el fútbol creativo y de ataque y que tiene sus cimientos en La Masía, una auténtica fábrica de futbolistas.

No todos los años surgen estrellas. Ni siquiera siempre se cuenta de la misma forma con los futbolistas formados en la casa. No siempre está garantizado el éxito (se lo pueden preguntar a todos los que pasaron por una plantilla que se pasó cinco años sin levantar un título), pero el triunfo del modelo radica en la perseverancia, en la fe en una idea, en un estilo. El Barça estaba plagado de futbolistas de la casa cuando Cruyff revolucionó el fútbol y conquistó cuatro Ligas y una
Champions en los inicios de la década de los '90. También estaban presentes jugadores forjados en la Masía cuando Rijkaard elevó al conjunto azulgrana un escalón por encima.

La diferencia ahora, con Pep Guardiola, es que esos futbolistas de la casa son los auténticos líderes del vestuario, los auténticos simbólos del mejor fútbol del mundo. El Barça puede plantar un once formado únicamente por futbolistas de la casa y ser competitivo en cualquier campo del mundo. Y, mientras, al amparo del éxito de los mayores, viendo posibilidades de asentarse en el primer equipo, van germinando nuevas estrellas en la Masía. Los Thiago, Fontás, Muniesa, Bartra, Delofeu o Sergi Roberto son las futuras perlas, los que compartirán vestuario con gente tan buena y tan humana como Xavi o Iniesta, y aprenderán de ellos y se entenderán a la perfección, porque desde bien pequeñitos han sido educados futbolísticamente en una idea, en un concepto futbolístico que, treinta años después, obtiene el aplauso unánime del mundo entero.

Es el momento de disfrutar del presente y seguir mirando al futuro. Pero también de mirar atrás y acordarse de todas aquellas personas que han trabajado para que lo que era un sueño, una utopía, sea hoy una bella realidad. Para recordar a aquellos que un día se dieron cuenta de que en este deporte no es necesario ser más alto o más fuerte, si no más técnico y más rápido mentalmente, y para rememorar a los que, como Charly Rexach, se cansaron de escuchar determinadas sandeces. Lo cito literalmente, merece la pena: "Yo me cansé de oír eso de sudar la camiseta, pelear... "Hay que morir por la camiseta", nos decían. Y yo pensaba 'oiga, yo lo que quiero es jugar y pasármelo bien, ¡no me quiero morir que tengo 20 años, hombre!'. 'Hay que manchar la camiseta', decían. ¡Uns collons! Al fútbol se juega de pie, cuanto menos te ensucies mejor, señal de que has podido jugar más y te has podido pasar la pelota. En el fondo, de lo que más orgulloso estoy es de que se haya convertido en realidad lo que pensé toda mi vida: que jugando bien al fútbol también se gana, que no es necesario ni morder, ni morir, ni chorradas".

Lo dicho. Hoy en Zurich Messi ganó el Balón de Oro. El Barcelona ganó mucho más que eso.

I´m a MadMan


"Teddy me dijo que la idea más importante en publicidad es innovar, generar un picor. Pero también me habló de crear un vínculo con el producto, la nostalgia. Es delicado. Pero potente. En griego, nostalgia significa el dolor de una vieja herida. Es un dolor de corazón, mucho más intenso que un recuerdo". Donald Draper.


Después de acabar de visionar la tercera temporada de Mad Men, la serie creada por Matthew Weiner para la AMC y emitida en España por Canal +, sigo preguntándome lo mismo que tras finalizar las dos anteriores temporadas. ¿Cómo es posible que esta serie tenga tan poca repercusión en España?

Mi objetivo no va a ser venderla. Simplemente os aconsejo que os hagáis con ella. Sin prisas. Que enchuféis vuestra televisión, conectéis vuestro DVD y os sentéis en el sofá dispuestos a disfrutar. Antes de todo esto, si es posible, llenaros un vaso con hielo y serviros el mejor whisky que tengáis en casa. O mejor un
old fashioned si alguien tiene buena mano por los cockteles. Tampoco estaría de más un paquete de Lucky Strike.

Ahora sí. Bienvenidos al sueño americano. Ya podéis enamoraros de Donald Draper. Ese director creativo de Stearling&Cooper oscuro, machista, enigmático, seductor, mujeriego. Todo un antihéroe siempre con el traje bien planchado, la barba bien afeitada, el mejor alcohol del mundo esperándole en su despacho y una mujer preciosa. La vida soñada. Pero sólo hasta que se cierra la puerta de su casa.
Don no es perfecto. Y lo sabe. Simplemente vende su alma al diablo, como el resto de sus subordinados en la agencia. Corre la década de los sesenta y la publicidad está en pleno auge. La televisión gana terreno a la radio y la prensa tradicional. Y hay gente que sabe que es el momento. Envidias, rencores, ansias de reconocimiento.

Y mientras vemos como todo se pudre al ritmo del humo del tábaco, mientras vemos como somos incapaces de odiar a Draper y al resto a pesar de todo, nos damos cuenta de que en el fondo ellos sólo son un reflejo de nosotros. Han cambiado los tiempos, las modas, los medios de comunicación dominantes, pero todo el resto sigue igual.

Y seguirá igual en la cuarta temporada, prevista para el verano de 2010. Con las mujeres acaparando cada vez más protagonismo, reclamando el lugar que les pertenece y sumándose a la ola de codicia y de hambre de éxito que lleva tiempo consumiendo a los hombres. Y Donald Draper seguirá siendo un cabrón. Pero le seguiremos queriendo, porque a pesar de todo será capaz de rozarnos el alma con una mirada, con una palabra.

No veo el momento de retomar la serie. Mientrastanto esperaré en mi sofá, con una ginebra bien fría para brindar por el renacimiento de
Stearling-Cooper. Hay quien dice que es una serie lenta. Pobres. No saben que las cosas buenas se ven despacio, que se dejan paladear en cada fotograma, para que podamos gozar de cada mirada, de cada uno de esos silencios que dicen más que mil palabras. No se imaginan la cantidad de cosas que pasan entre calada y calada al cigarro de Lucky Strike, en esos momentos en que el humo se hace tan espeso que parece querer separar a las personas.

Os hablaría de la genial banda sonora, de su ambientación perfecta, de unos personajes creados al dedillo, de una serie de tramas y sub-tramas que nos impiden caer en el desinterés. Pero eso ya lo debe descubrir cada cual. Yo ya soy un Mad Men. Ahora os toca a vosotros.
miércoles, 9 de febrero de 2011

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